Sensatez y Sentimentalismo
Por Silya Blanco
Tengo en este momento 24 años, cuando leí mi primer novela de Jane Austen tenía tal vez 16 años, si se ve así de manera cuantiosa y racional ya casi han pasado 10 años desde esa primera vez que terminé Orgullo y Prejuicio y me dije: “Mr Darcy es el mejor hombre jamás escrito” ¿y qué con eso? ¿No fue un libro más que se acumuló en tu estantería mental? ¿Por qué dedicar todo un artículo a esto y con semejante título paródico? y yo digo: ¿Por qué no? En tiempos de crecimiento intelectual, en dónde las hormonas, las dudas y los análisis punzocortantes a la sociedad hacían sus más frecuentes apariciones, encontrarme con literatura clásica escrita por una mujer fue una gran “cama” de salvación, es decir podía descansar en ella cada vez que me sentía agobiada por un futuro incierto que debía resolver al minuto siguiente para mis papás, mis profesores y claro, de último, para mí misma, acostarme en esa cama era mirar a un techo lleno de decoraciones barrocas, y desde allí enamorarme al ver por ventana campos extensísimos con grandes árboles a los cuales los moldeaba la brisa de los párrafos más bonitos. Estar ahí era saber que se podía desafiar al tiempo en el que uno había nacido sólo escribiendo, fue una revelación, un impulso, tal vez sólo por ese hecho fue mi autora favorita por muchos años.
En ese tiempo no poseía tantas referencias de otros libros y autores como para realmente criticar su trabajo desde una perspectiva técnica y argumental, pero me puse a la tarea y leí y leí. Bastante más de lo que debía o tenía, y encontré más libros de ella. Encontré a una come libros que se moría casi de amor cuando su hermana la instaba a pensar más sus sentimientos como “una señorita”, a una jovencita demasiado buena como para obtener lo que quería o demasiado pobre (como quiera verse) pero que al final el buen destino se lo termina concediendo, o también leí sobre aquella que lo tenía todo y debía decidir como hacer uso de sus bondades para sobrevivir al amor. Siempre todo muy teatral con tintes muy tenues de melodrama, porque uno siempre sabía la solución cuando empezaba la historia, pero se me hacía atractivo saber como iba a afectar el ambiente donde nacían estas heroínas a sus decisiones de vida, como iban a complicar su viaje hasta el tan esperado “final feliz”.
Como todo lo que tiene tintes de nostalgia parece tener una capa de impermeabilidad contra la humedad del tiempo y de la crítica madura e informada, me di cuenta que durante todo este tiempo se la tuve puesta a estos libros y a ella.
Hasta que hace poco encontré Persuación en la Feria del Libro, siempre lo había querido leer, pero hasta que lo compré y lo vi junto a mis otros libros me di cuenta que habían pasado más de 8 años sin que leyera nada de Jane Austen, y aunque emocionada por “retomar” mis lecturas de ella no había entendido hasta que lo finalicé de que la capa protectora se fue cayendo con cada página que leía, la historia es bastante sencilla y no es ese su defecto, pero si que las protagonistas carecían de profundidad emocional, los diálogos no eran nada interesantes, estaban esos personajes chocantes y vanidosos como en todos los libros de Austen pero en este libro se me hizo más intragable que la protagonista sucumbiera a ellos y que desperdiciara su vida detrás de un “hice lo correcto”, aquella resolución predecible no tenía un viaje tan interesante que me hiciera conocer un poco más de su mundo, sin embargo no fue el peor libro, no sentí que perdí mi tiempo, pero fue bastante extraño. Sin duda me tope con que aquella cama cómoda y espaciosa dónde pensé, cuando empecé a leer (por placer y no obligación), sería siempre igual y perfecta, estaba cambiada, sería tal vez que en ese tiempo me faltaba saber que la “comodidad” no es el único aspecto necesario para disfrutar una cama.
Pero entonces por dicha existe el cambio, por dicha nada es estático, por dicha se puede cuestionar, por eso no me duele ni me dolerá criticar y analizar lecturas que alimentaron a mi “yo” joven, hasta mi “yo” niña, porque para mí es una maravilla esa “incomodidad” porque significa evolución, da el pie a lo desconocido, da pie a la nueva creación y aunque creo que siempre me declararé enamorada por los clásicos, por su manera de retratarme mundos antiguos, por su manera de usar el lenguaje como único recurso para fotografiar la mirada de sus personajes, puedo decir hoy que no hay nada más enriquecedor que nutrir ese estante mental con libros de toda clase, descubrir a los autores de mi propio país, del castellano, autores asiáticos, contemporáneos, de todas las temáticas. Leer, literalmente, de todo con la misma curiosidad del principio.
Los libros no sólo nos ayudan a “viajar a otros mundos” como se dice en todo lado, lo más importante: construyen el nuestro, hacen más diverso y deleitoso el panorama, amplían nuestra visión y mente (en tan diferente temas como autores existan). Y sí que concuerdo en varias cosas con doña Jane Austen, y amo a muchos de sus personajes pero ya nunca de la misma manera, recuerdo ahora esa memorable frase que escribió en su más reconocida obra:
“En mi opinión, no hay placer mayor que la lectura. Cuan pronto te cansa cualquier cosa excepto un libro. Cuando tenga una casa propia seré desgraciada si no tengo una excelente biblioteca”Mi yo de 16 años y la de ahora seguimos completamente de acuerdo en eso.