Literaturas: Moby Dick

por: Carlos Morera

La  popularidad que tengan los famosos clásicos de la literatura universal no siempre es un símbolo innegable de calidad. El prestigio de los autores de siglos pasados o lo icónicos que puedan ser los personajes que hayan creado no es un testimonio fidedigno de que hayan trascendido a la excelencia. Si bien muchísimos libros son productos de su época, en dónde a veces hay que hacerse de la vista gorda y digerir anacronismos para avanzar página a página, eso no significa que no puedan disfrutarse. También hay que acostumbrarse a estilos que podrían percibirse como anticuados, y arquetipos que aunque se repiten aún en la literatura moderna, no siempre se disimulan de la mejor manera.

Todo este pequeño previo que les he creado es para referirme por supuesto a Moby Dick. Yo me declaro abiertamente como un entusiasta de la literatura clásica, y tengo bastantes en la memoria que he gozado leyendo. Casos como Cumbres Borrascosas o Los Tres Mosqueteros son libros que me han marcado y no dudaría en recomendárselos a cualquiera.

Pero este no. Definitivamente no.

Cuando un libro es un producto de su época, en donde naufraga un endeble argumento en un mar de términos engorrosos y obsoletos, no puedo entender de adónde ha salido tanto renombre.

Moby Dick no es para cualquiera .Y siendo un poco más atrevidos, podría afirmar que ni siquiera es para los amantes de la literatura clásica, de Herman Melville o de los apasionados por la lectura enciclopédica. Sin temor a equivocarme, podría decir que la novela se comprende mejor como un compendio sobre los instrumentos usados en la caza de ballena y los oficios dedicados a esta, que una verdadera historia de venganza.                   Hay un argumento de fondo, por supuesto, pero se diluye en las innumerables historias de lo que se hace para destazar ballenas, obtener su aceite, la forma en la que se retratan en pinturas, de que se alimentan… Y pueden imaginar la cantidad de detalles abrumadores que esto conlleva. Si quitáramos el asunto enciclopédico de fondo, la parte jugosa de la obra se encuentra dividida en soliloquios teatrales por parte del capitán Achab principalmente, dónde el narrador pase ser un testigo de naturaleza casi omnisciente, por más que trate de camuflarse como un mero espectador con el nombre de Ishmael. Si bien tiene una poderosa carga protagónica al inicio de la obra, en donde damos seguimiento a sus anhelos y su gran presencia escénica, se diluye mortalmente hasta tener importancia justo en la última página del libro. No temo hacerles un adelanto, porque estoy casi seguro que nadie podría aguantar llegar al final sin interpelarle una queja al cielo por haber creado un mito tan grandilocuente, como lo es Moby Dick.

No voy a referirme en lo absoluto a la sección enciclopédica, y quienes quieran aprender sobre cómo se manejaba un barco ballenero, sin duda encontrarían el libro correcto. Pese a que me puedo considerar de naturaleza curiosa, me gusta saber cuando leo si estoy frente a un ensayo, un cuento o un poema. La novela pareciera ser una amalgama imposible de estas tres opciones, y Melville la cosió por extremos que apenas calzaban y le metió vida a la fuerza a base de constantes vueltas a la realidad. No voy a decirles que no encontré hermosos algunos pasajes reflexivos, por que vayan que lo son. Lo elevado del lenguaje y la viveza del mensaje lograron capturar mucho mi atención en algunos capítulos, y sin duda hay una sabiduría que traspasa las páginas con alegorías, metáforas y transparencias de la realidad humana. Pero, ¡Cómo hace falta la mesura! ¡Cómo hizo falta que hubiera un guía dramático en tanta oscuridad conceptual! Porque a la hora que te pregunten de que trató el libro, créanme que solo te referirás a lo últimos cuatro episodios, y quizás unos cuántos al inicio. Hay potencial en la historia, pues es una clásica búsqueda de venganza, pero contra un símbolo de la naturaleza indomable. Achab representa una existencia sin propósitos, amarga y sin esperanza, dónde solo abriga la idea corrupta de consumirse solo para saldar deudas contra una vida que lo escupió a la espuma de su miseria. Un juego de simbolismos, que van desde el propio barco hasta la moneda clavada por el capitán como recompensa, presentan un rico juego de humanidades divididas, pero gobernadas bajo el deseo incansable del capitán. ¡Y había tantos personajes que explotar! Ishamel, Queeheg, el carpintero, el herrero, Kip… que no pasan a ser más que pequeños entremeses en el naufragio insalvable de Moby Dick.

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Para un libro tan pesado esperaba dar una crítica un poco más sustanciosa, pero no hay mucho que cortar argumentalmente de este libro. Es un pequeño cuento, que se camufla de forma ingeniosa con el título de clásico. Por supuesto puedes sentarte a descifrar metáforas y apreciar contextos, a entrever un argumento por entre los pesados ladrillos de su construcción enciclopédica, pero es un esfuerzo que la mayoría de los lectores no estarían dispuestos a afrontar. Le falta el gancho para jalarte página a página, y aún en sus momentos más sublimes, es solo una excusa “Hamletesca” de reinventar el mito.

Francamente, para los que quieran leer un cuento largo relacionado a temas náuticos, les recomiendo ampliamente el famosísimo El viejo y el mar, de Hemingway. Una descriptiva oda a la pesca, cargada de matices humanos y fuerza dramática.

Título Moby Dick
Autor Herman Melville
Género Novela

Un comentario en “Literaturas: Moby Dick

  1. Laura dice:

    casualmente acaba de terminar de leerlo, ta que lo encontré en una promoción en una librería y pensé que era el momento de disfrutar de ese clásico… pero, ¡qué decepción! Se me hizo una lectura tediosa, y solo deseaba que mataran la ballena a ver qué pasaría con la sed de venganza de Acab… Muy desilusionada. Prefiero El viejo y el mar y, sin lugar a dudas, Relato de un náufrago de Gabo.
    Robinson Crusoe anda en un estilo similar a Moby Dick, no sé si Defoe algo tendrá que ver con este otro escritor.

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